Con algunas semanas de retraso,
continuamos con la vía que iniciamos con Alex Honnold y su ascenso sin
posibilidad de error. En el final de aquel post, adelantábamos que teníamos
intención de escribir sobre cómo a partir de una idea novedosa podemos ir
construyendo valor en pequeños pasos que nos van conduciendo hacía una meta.
Como es sabido, en las
universidades y centros de investigación se generan resultados de investigación
que en algunas ocasiones pueden ser protegidos por patente. Es decir, una vez
demostrados ciertos requisitos (novedad, actividad inventiva, aplicación
industrial), se concede un documento
legal (por parte del Estado) para la explotación comercial en exclusiva de la
invención en cuestión. Todo ello explicado de una manera muy resumida.
En los últimos años, se ha
disparado el número de Patentes que proceden de las Universidades o Centros de
Investigación, desde que en 1981 se solicitase la que se considera primera
patente nacional universitaria, por la Universidad Literaria de Valencia (en la
actualidad, Universidad de Valencia).
En la actualidad se estima que algo
más del 20% de las patentes nacionales son presentadas por Universidades. En el
siguiente gráfico del último Informe de la Encuesta RedOTRI puede verse con más detalle la
evolución de los últimos años en relación a la concesión de patentes a las
universidades españolas (Información elaborada con datos de 63 Universidades):
A simple vista parece un número
interesante, sin embargo cuando en el mismo informe contrastamos los ingresos
obtenidos por licencias (que no incluiría solo los obtenidos por patente), con
otros importantes pilares de la universidad, nos damos cuenta del contexto en
el que nos estamos moviendo.
Resulta lógico pensar que
proteger un resultado de investigación, algo que supone un esfuerzo previo y
posterior, tanto en medios materiales como económicos, lleva aparejado una
licencia de comercialización en un buen número de casos, sin embargo parece que
no es así o que esas licencias no reportan los ingresos esperados. Estos datos
no vienen más que a constatar una realidad bien conocida, y es que resulta
extraordinariamente complejo tratar de comercializar un resultado protegido
surgido de Universidad tal cual sale de ella, sin haber demostrado nada, previamente,
de su potencial valor en el mercado.
Por eso con el paso del tiempo
y siguiendo el ejemplo de los distintos proyectos trabajados, parece más
factible comercializar un resultado protegido si optamos por seguir la vía de
utilizar el conocimiento/tecnología que protege como soporte para un modelo de
negocio. Decimos más factible, aunque desde luego el proceso no resulte ni
sencillo ni inmediato, entre otras cosas porque necesitaremos sumar muchos
elementos distintos a la ecuación para que al final sume. Alguien que domine la
tecnología y esté dispuesto a defenderla, alguien que sea capaz de liderar un
proyecto empresarial, encontrar la inversión necesaria para lanzar el proyecto,
diseñar una estrategia comercial adecuada etc. Desde luego se trata de agregar
unas cuantas piezas y que éstas casen bien las unas con las otras, una tarea
nada fácil y siempre sometida a probables tropiezos.
Aun así, pensamos que es más
factible completar con éxito ese camino que seleccionar a potenciales
licenciatarios, presentarles el resultado protegido e intentar convencerlos del
enorme valor que va a suponer para su compañía.
En definitiva, conseguir
comercializar un resultado protegido, pasa por demostrar el valor de mercado
que tiene el conocimiento/tecnología que se protege, más que por convencer a
terceros de la oportunidad que supondrá para ellos si la saben aprovechar. Una
vez logrado este hito, será mucho más fácil que confíen en nosotros en este
caso, pero también en futuras oportunidades.
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