Esta era una pregunta
recurrente, cuando estudiaba el bachillerato, entre mis compañeros/as con
inclinación a las ciencias por encima de las letras. No le encontraban utilidad
a estudiar una lengua muerta, que no les serviría para comunicarse hoy día.
Pero cuando me tocó cursar la asignatura, Arturo, mi profesor, nos dejó muy
claro que el latín sería imprescindible en nuestras vidas. Ante las caras de
incredulidad nos anunció que saber latín era imprescindible para superar aquel
curso, así que o nuestra vida académica terminaba allí o tendríamos que ponernos
con la tarea. Así de sencillo…
Me he acordado del latín
porque en las últimas fechas, nos hemos
encontrado con algunas start-ups con prometedores futuros, por la potencialidad
de su tecnología y las ventajas que ésta les ofrece, que sin embargo presentan
serias dificultades en su sostenibilidad por “problemas” a la hora de abordar
la comercialización. Equipos muy competentes y sobradamente preparados en el
desarrollo de tecnología, se afanan en los primeros meses de actividad en desarrollar
al completo su producto o servicio, dedicando horas y horas a esta tarea,
encerrados en sus despachos y laboratorios, abordando retos que les apasionan.
El resultado es magnífico. Las dificultades surgen el día en que se percatan de
que los números de la cuenta corriente tienden a cero y aun no han salido a la
calle a vender, a comercializar, a comunicar su existencia entre los clientes
potenciales.
Todo hace pensar que una
actividad masiva y desesperada en este sentido, no terminará por dar buenos resultados.
Al contrario. Postergar la ingrata labor de la comercialización supone malograr
el tiempo dedicado a las cuestiones que en verdad les entusiasman.
Es posible que los
perfiles altamente tecnológicos carezcan de herramientas y vocación por la
labor comercial, pero es muy conveniente afrontarla lo antes posible, para que
no tengamos que hacer campañas desesperadas de última hora.
Además, mal que bien,
todo se puede aprender. Hoy, por ejemplo, sé que el latín es imprescindible
para comunicarme, pues me ayudó a comprender que no existen sinónimos puros y
siempre hay una palabra precisa para expresar lo que queremos decir.
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